Las primeras motocicletas se diseñaron para llevar a sus pasajeros cuesta arriba sin esfuerzo, pero los entusiastas de la competición no tardaron en convertir la escalada en moto en un deporte de altos vuelos.
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Por Charlie Lecach - Fotos: C. Lecach y Indian Motorcycle
En tiempos de nuestros bisabuelos, "Apunta siempre más lejos, y más alto" podría haber sido el lema de innumerables inventores y manitas de la mecánica. A principios del siglo XX, los fabricantes de motocicletas utilizaban las duras subidas tan temidas por los ciclistas como principal argumento de venta.
Muchos promocionaban sus "bicicletas motorizadas" exhibiendo cómo podían subir una colina sin ningún esfuerzo. La primera prueba de subida a una colina de la que se tiene constancia se remonta a los albores del motociclismo, cuando el New York Motorcycle Club organizó la demostración de la "subida imposible" en Riverdale Hill el 30 de mayo de 1903. El ganador fue Glenn Curtiss, pionero de la aviación, que montaba una moto V-Twin que él mismo había construido. Ni que decir tiene que las pendientes que tenían que superar estos primeros pilotos no tenían la misma inclinación que las que afrontan los motoristas de hoy en día con motos tecnológicamente más avanzadas. Pero con el paso de los años, las viejas monocilíndricas fueron sustituidas por bicilíndricas más potentes, las correas de cuero se reemplazaron por cadenas y los bastidores se hicieron más robustos.
A medida que el deporte fue ganando popularidad, a partir de 1920, empezaron a elegir rampas más empinadas, en gran parte debido al declive de los antiguos circuitos “motódromos”, que se consideraban demasiado peligrosos. A diferencia de las carreras de "boardtrack" (una disciplina que se decía que "creaba viudas"), los "slant artists", nombre con el que se conocía a los que subían colinas, rara vez se lesionaban.
No obstante, seguía siendo un deporte espectacular que ponía de manifiesto lo que las motocicletas realmente podían conseguir. Tanto que fabricantes como Indian Motorcycle invirtieron mucho en él y lo promocionaron para atraer a grandes multitudes.
Empezaron a improvisar paddocks en medio del campo en los que los espectadores se reunían al final de las famosas subidas. Los vehículos que los llevaban hasta allí se alineaban a lo largo del valle hasta donde alcanzaba la vista. En los boxes, los amateurs se mezclaban con pilotos profesionales, algunos de ellos contratados por las grandes marcas, que lucían sus característicos jerséis con los colores de sus empresas. Sus motos habían sido minuciosamente preparadas, sus motores Flathead iban equipados con balancines del departamento de competición de Indian Motorcycle o modificados con kits OHV fabricados por Albert Crocker en Los Ángeles o Andy Koslow en Chicago. Además, a menudo llenaban el depósito hasta los topes con combustibles a base de alcohol altamente explosivos.
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Otros competidores, a menudo desconocidos, improvisaban sus motos utilizando piezas de modelos de serie. Cuando apareció la Scout 101 de chasis largo, los aficionados se las ingeniaron para montar grandes motores Chief en las motos y equipar las ligeras horquillas Indian Prince monotubo, convirtiéndolas en unas trepadoras diabólicamente potentes. Durante muchos años, el objetivo de la escalada era simplemente subir la colina, ser el único que llegaba a la cima sin darse la vuelta y ser coronado Rey de la Colina. Pero a medida que avanzaba la tecnología, era frecuente ver varias subidas con éxito en una hora. Esto llevó a un nuevo desafío, en el que el campeón se determinaba mediante una carrera a contrarreloj. En la década de 1930 empezó a aparecer un cable, tendido a lo largo de la línea de meta, que hacía que los jueces detuvieran el cronómetro. El Hill Climbing evolucionó hasta convertirse en una especie de "carrera vertical", un deporte típicamente estadounidense cada vez más especializado.
Con el tiempo el interés por este deporte disminuyó, hasta el punto de que Indian Motorcycle abandonó la competición al estallar la Segunda Guerra Mundial, y no tuvo ninguna participación oficial durante la posguerra.
Sin embargo, muchos campeones como Clem Murdaugh, "Brownie" Betar y Howard Mitzel siguieron cosechando grandes triunfos para la fábrica Indian Motorcycle, que no perdía el tiempo en informar de ellos en las páginas de su publicación, Indian News. Otros pilotos independientes continuaron subiendo por las colinas de la Costa Este o California hasta los años 60, a menudo con viejas Scouts modificadas.
Pero con la llegada de las carreras de flat track y luego de motocross, la “escalada imposible” desapareció de la memoria del público y sólo se mantuvo viva gracias a un círculo muy reducido de entusiastas. Hacia finales de los años 80, la disciplina volvió a resurgir de sus cenizas. Desde entonces, las motos de montaña de antaño han dado paso a las motos de motocross con basculantes alargados y neumáticos de tacos que "aran" el suelo en pendientes pronunciadas.
En 2020, John "Flying" Koester pilotó una de estas máquinas rápidas y furiosas construida sobre la base de una Indian FTR 750. Las restricciones de Covid hicieron que solo compitiera en tres carreras esa temporada, pero aun así terminó sexto en los campeonatos nacionales. En 2021 volvió a conseguir el mismo puesto, frente a duros competidores que corren con máquinas extremadamente especializadas. Pero Indian Motorcycle tiene mucho más en el depósito en lo que se refiere a esta disciplina, y si llega el día en que los resultados de las subidas sean los mismos que los de las carreras de flat track o bagger, ¡una FTR podría convertirse en la reina de la colina!
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